lunes, febrero 06, 2006

la herencia

foto de Eduardo Wallace


Se sentó frente al armario del desván durante una hora. No se decidió a abrirlo hasta que hubo fumado tres cigarros, desgranado 48 pensamientos, rechazadas 14 idas y retornos sobre si abrir primero la puerta de la izquierda o la de la derecha primero, estornudado 17 veces, quitado y puesto la chaqueta azul de lana -por frío o por calor- en tres ocasiones y levantado y vuelta a sentarse en el taburete media docena de veces más.

Abrió completamente las dos puertas blancas y se encontró con cuatro estantes repletos de cajas de cartón como las de zapatos, decoradas, perfectamente ordenadas por fechas y entre paréntesis, con impecable caligrafía y tinta negra, un referente o el absurdo motivo que anunciaba el significado de cada época. Quince en total, con lapsos de cinco años en cada una.

Cogió las seis más antiguas: treinta años en total. La edad justa de su madre cuando la trajo al mundo, la época que desconocía de su progenitora: la infancia, la adolescencia, sus primeros años de adulta.... ¿Qué habría? Recordaba haber visto a su madre cerrar cajas y armario sin vislumbrar nunca nada más allá de los brazos o la espalda. ¿Qué habría? Recuerdos: las fotos, tal vez dientes de leche, algún muñeco sin ojo o brazo, una cinta de raso para el pelo, un calendario de bolsillo, un poema de amor, un sueño escondido, una flor seca...? Nunca su madre le había permitido abrir el armario, nunca supo nada de su contenido, nunca aquella mujer convencida de que lo mejor de la vida era vivirla, apasionadamente, con respuesta y soluciones para todo, le había mostrado lo que guardaba en las cajas. Era el diario personal que ahora, una vez muerta su madre, ella vulneraría.

Lo que encontró en cada caja no eran una trenza de cabellos, ni una canción italiana de los años sesenta, ni un collar de cuentas de madera.. No halló más que preguntas anotadas con diferentes caligrafía pero todas de su madre. Al principio, preguntas infantiles sobre si los Reyes Magos existen o porque el cielo es azul si el aire es transparente, la luz de las luciérnagas y qué ocurrió con Pepe, el gato castaño de ojos miel que se fue. En la segunda caja más preguntas, sobre dios y la muerte, sobre el miedo, los estudios o la suerte. Más tarde sobre el amor, la inteligencia o los chicos; sobre si algún día seré feliz, huiré o me acostumbraré a las noches. En la quinta, la sexta, será feliz, sabré protegerla, sabré darle lo que necesite, seré fuerte, ¿¿será inteligente?? ¿me iré algún día?...

Siguió abriendo cajas y encontrándose con numerosas preguntas que se multiplicaban por cien, y más, tal vez mil en cada caja. Al principio eran preguntas "trascendentes", después aumentaba el número de preguntas absurdas y se llenaban más y más las cajas de pequeños retazos de papeles de colores, arrancados de cuadernos o recortados regularmente, servilletas de un bar, el envoltorio de un pan, cualquier papel, cualquier tinta, pregunta cada vez más trivial sobre los condimentos de un arroz, el color adecuado de unos zapatos o el tiempo que hará en Sebastopol.

(Ya van varias horas en el desván y las preguntas se agolpan, martillean mi cerebro, me devanan los sesos y recalientan mi venas: ¡me hierve la cabeza y me patinan las neuronas! )

Sentada sobre el parquet, rodeadas de cajas y papeles revueltos, decide que su madre guardó todas sus dudas para que ella no las viviera y quema todos los papeles, menos la última caja todavía cerrada, la más fea y pequeña, y deja el armario listo para sus propias preguntas, esas a las que nunca les halla respuesta. Con escrúpulosa meticulosidad limpia de polvo y bichos muertos estante a estante, cajón a cajón y decide que aprovechará incluso la parte del perchero para apilar nuevas cajas. Tendrá que recuperar el tiempo perdido, recordar cuantas veces se preguntó y no contestó y anotarlo todo. Tal vez pueda usar otro método para ordenar por temas, no por edad...

Antes de irse, decide levantar la tapa de la última caja, oye su nombre en terciopelo rojo y encuentra una pistola junto a una nota escrita por su madre que dice: Guarda todas, absolutamente todas tus preguntas sin respuestas, porque esta será la respuesta a la última pregunta.

( vuela una canción de la caja y mis pies por la escalera Je n'en connais pas la fin )

10 comentarios:

Anónimo dijo...

Esta es Bai, en estado de gracia. Un post genial.
Besote.

RODOLFO GAINZA dijo...

Me encantó, bien escrito y manteniendo la atención del lector.
Hace un tiempo, escuchaba al escritor Claudio Magris, en una entrevista en vivo, evidentemente con traducción, donde planteaba que un buen libro (yo lo aplico también a un cuento, texto, etc.), más que entregar respuestas, debe plantear preguntas, o mejor dicho, debe permitir que el lector se plantee preguntas.

Un gran abrazo.

Juan Pablo Belair dijo...

Bahía intensa como la explosión de la última bala. Hay quienes darían la vida por escucharte en ese gemido final.

Quien plantea respuestas como solución no solo está probablemente equivocado y probablemente en lo cierto sino además pierde su tiempo, a menos que se trate de un recetario.
Sin embargo, las preguntas tienen esa in-conclusión tan eterna como la duda de un final absurdo, al puro estilo de Pirandello. Quizá es eso lo que la constituye en una gran herencia. Para terminar... los padres nunca dejarán de ser lo que naturalmente representan en este teatro... la última palabra.

unsologato dijo...

...y yo que soy tan preguntero... porque un día descubrí que mi isla era una pregunta...y las ventanas...todas las ventanas que tanto amo también son preguntas de la geometría y de la luz...y la vida termina siendo uan pregunta...y el universo otra pregunta...
y nos afanamos en encontrar respuestas que sólo son más preguntas...
es difícil aceptarlo...pero no queda otra...

un beso que sigue preguntando a todos tus preguntas...
y otro beso por si existen alguna respuestas...
gracias por este texto...

franhilz dijo...

Oh, hermosos - hermoso - hermoso
qué más puedo decir, los pequeños detalles de la nostalgia, los rincones de las casas y de las almas

Una gran escritora bloggera

Felicitaciones (aunque no las necesitas)

Y un abrazo de cajas viejas!

Rey muerto dijo...

¿puedo decir algo?

si ahora escribiera con un bolígrafo y un papel, la letra estaría movida, aparecería temblorosa y hasta puede que algo borrada por alguna lágrima de emoción vertida al leer vuestro comentarios. Me salvan el teclado y la música de Ruibal.

Iván, Rodolfo, Juan Pablo, Unsologato, Doc: Me tomo en serio vuestras palabras porque cada uno en su estilo, con más o menos intensidad, novedad o constancia, admiro vuestros trabajos.

¿Y tú me das las gracias, miGato? Muchas gracias a tí por todo, sin tí no sería posible este blog.

LOLITA LOP dijo...

hola guapa .Yo no tengo formación literaria ni nada parecido , sólo sé que me gusta leerte y que no me ocnform con cualquier cosa . Ya te lo dije en una ocasión publica tus historias , tendrás exito . Además tu post de hoy recrea la escena con tanta delicadeza que dá miedo hasta moverse para no despistar a la protagonista ...

No sé preguntas tampoco me hago muchas o al menos son pocas las que me quedan sin respuesta , soy bastante de tomar decisiones sin miedo a equivocarme pero me gustaría sabermas de alguien querido que se marcha ... por eso últimamente le doy tantas vueltas a como dejarle a mi hijo algún testimonio de todas las cosas que no le digo pero si siento.


un beso

mentecato dijo...

Agradezco la visita y la lectura de "Café Las babuchas del diablo".
Y aprovecho de inclinarme ante tu talento fecundísimo. Un abrazo.

Rey muerto dijo...

LaPradera te agradezco muy sinceramente tus elogios. Y te dejo un beso en la mejilla.

Mentecato: mi talento le dedica una reverencia con genuflexión.

Gracias a todos por la visita y besos.

Clementina dijo...

Magnífico! Cómo me has hecho pensar y tranquilizarme de mis mil quinientas pregunmtas diarias.
Infinitas gracias, en serio.
Clem