jueves, septiembre 15, 2011

intento





















Llegó corriendo al río, se detuvo y con un llanto rabioso trató de acallar las voces de su cabeza...


Se sentó en la orilla, quitó las piedras de sus bolsillos y, luego, la ropa mojada por la tormenta.


Su marido la vió entrar casa. Encolerizada, subió desnuda las escaleras y se encerró en su habitación de un portazo.


En el escritorio se vacía de la frustración con borbotones de palabras que, hace un rato, se ahogaban en su garganta mientras ella no lo hizo en la corriente del Ouse.

Su marido querría ir tras ella y abrazarla en silencio pero decide que es mejor quedarse abajo y limpiar el rastro de agua sobre la madera.

Mientras friega, Leonard piensa que algún día su mujer logrará suicidarse...

miércoles, septiembre 07, 2011

de primera

Si hubieras visto el partido hoy estarías orgullosa de mí: he colaborado con dos asistencias para que mis compañeros marcaran, fíjate que al finalizar el partido, la segunda ha sido tachada de "asistencia de oro" por los reporteros. ¡Y he metido un gol desde 20 metros y por la escuadra que ha hecho levantarse al banquillo entero! Y bueno... ¡las gradas se venían abajo! En fín, he driblado como nunca, he desconcertado a los defensas y al portero del equipo contrario y el marcador se ha cerrado con un cinco a cero. Te has perdido un gran partido, querida...
En el cesped camino al vestuario, me ha interceptado un tipo con micro de no-sé-qué-tele y las "cuatro preguntas de rigor sobre el primer partido de liga y mi protagonismo" y blablabla: sudado, con la satisfacción en la cara y en la boca mi típico discurso comedido, le he respondido:
"...Sí, bueno, hicimos todo lo posible, esta vez lo conseguimos... pero tenemos que seguir trabajando y no bajar la guardia, no ha sido más que el primero de una gran cantidad de partidos y nos lo han puesto difícil. Todavía queda mucha liga, aunque ha sido un partido muy bonito..."

Gracias, gracias, sonrisas, despedida, escapada al vestuario, golpecitos de simpatía en el hombro, más sonrisas, felicitaciones, abrazos, aplausos por el tunel...

Bajo la ducha (¡vaya!) descubro más arañazos de los que recordaba... Me duele todo el cuerpo el agua caliente y un breve masaje me alivian del esfuerzo.

Me despido de los chicos, arranco el lamborghini, salgo del recinto con el cabello húmedo, abro las ventanillas para que me dé el aire en la cara: el frescor de la noche me sienta bien.

No sé cómo lo he hecho he pero me olvidado de tí durante 90 minutos. Enfilo por la avenida ya camino a casa y regresa tu imagen y en la última esquina. Con la silueta de la casa recortada contra el cielo, la luz de la ventana del dormitorio aparece como la única encendida y, con su resplandor, el desasosiego.

Aparco y subo las escaleras peldaño a peldaño -no de dos en dos como siempre- (¡no me reconozco!). Lento, lentos todos mis movimientos y mi corazón se acelera, los latidos alterados me impiden mantener el ritmo de la respiración. La casa está en silencio. No hay duda de que te encontraré como te dejé antes del partido: en el dormitorio con la tele apagada.
Y aunque estoy seguro de que no habrá lágrimas ni gritos ni discusiones, al entrar en la habitación y verte inerte sobre la cama, me invade una nueva inquietud porque todavía no sé qué carajos voy a hacer con tu cadáver...