miércoles, noviembre 16, 2005

parejas de viaje


Se sentaron frente al ventanal de la estación. ¡Qué calor! Marta se levantó enseguida con las piernas sudadas y el vestido pegado al cuerpo y le dijo a su marido que volvía en unos minutos, que tenía que asearse un poco, que la esperara allí, que ya regresaba. Luis abrió su libro y, como siempre, perdió el mundo de vista. Y el tiempo.

María llegó acompañada de su esposo. Comprobaron los pasajes y Alberto se fue a buscar un servicio: "¿Quieres que te traiga algo?". "No, todo bien, no necesito nada. Gracias". Ella sacó un abanico del bolso y se entretuvo en darse aire y en mirarle el culo a los hombres que pasaban.

Se quedaron mudos durante media hora, inmóviles, los dos sentados en aquél banco. Ruido alrededor, gente que iba y venía y ellos algo inquietos.

Entonces, sus manos se rozaron y los envolvió una fragancia, tal vez dos, y creyeron que sus cónyuges andaban cerca, pero sólo estaban ellos allí, cuando Luis percibió que María olía a Marta. Y, sin duda, María se dio cuenta de que la mano de Luis despedía el aroma de su marido. Se volvieron, se miraron a los ojos, se asustaron y, en un desesperado intento de negarse la evidencia , se abrazaron y olisquearon ávidamente la ropa y la piel. Se rindieron al comprender que esos efluvios no habían llegado por casualidad a sus pieles. Y que Marta y Alberto no regresarían nunca a buscarlos al banco de la estación.

2 comentarios:

Anónimo dijo...

Maravilloso cruce de parejas y de vidas en uno de los lugares más apasionantes para narrar una historia de seres humanos: una estación de tren.

Abrazo orgiástico.

unsologato dijo...

Aplausos locomotora a toda velocidad... apalusos andenes... aplausos con el mismo olor a gloria que tienen las verdaderas hembras entrenecidas... aplausos estaciones de tren donde alguna vez encontraremos el destino correcto... aplausos y más aplausos por este viaje...

y entre aplauso y aplauso un beso de esos con perfume a deseo felino...