sábado, diciembre 31, 2005

sin moraleja ni despedida


Huele a sangre. Le cuesta abrir los ojos, el izquierdo se le resiste un poco más. Está tumbada sobre el lado derecho. La boca seca... con sabor a sangre. A su alrededor, las paredes refulgen brillos dorados y rojos. Levanta un poco la cabeza y abre el ojo izquierdo, consigue enfocar mejor: es Navidad, sí, pero no son las bolas de ningún arbol. Son los barrotes de su jaula y su propia sangre: dorado y rojo. Está aturdida, le duele la cabeza y todo el cuerpo, trata de incorporarse. Se descubre una brecha en la cabeza que ha vertido sangre sobre su cara y una herida en la boca. Sus hombros no están mejor y sus alas desgarradas. En el suelo descubre algunas plumas y excrementos. El agua está derramada. Daría cualquier cosa por un trago de agua, por bañarse en agua fresca, por recomponerse y limpiar sus alas. No tiene fuerzas y debe intentar salir de ahí de otra manera. Recuerda que anoche, cuando él vino a dejarle sus palabras suspendidas en el aire y desapareció de nuevo, se le aceleró el pulso y se volvió loca. Él le habló dulcemente de la Navidad, de la felicidad, de la calma, de los adornos rojos y dorados del árbol, de los regalos merecidos por redimirse de un dos mil cinco que ya se acaba, de mirar por la ventana y ver los árboles desnudos... Que nunca volarás, pequeña, porque te quiero conmigo, te necesito y tú me necesitas a mí. Pero ¿dónde vas a estar mejor que aquí, conmigo?

Y se volvió loca. Lo había intentado todo para salir de allí: trató de persuadirlo con su canto bellísimo, le demostró su afecto cuando entraba en la pieza con un batir de alas y un gorgojeo de pajarillo alegre, tuvo paciencia cuando él desaparecía por días y ni le cambiaba el agua, pero nada funcionó. Él no la dejaba libre. Y ella, en su jaula colgada frente a la ventana, no soportaba sus escenas de felicidad con la paloma en la plaza, volando sobre los matorrales y los árboles y él corriendo con los brazos extendidos. Luego regresaba con una migas para ella y le decía: "¿Ves, mi Canaria hermosa? Pensé en tí: te guardé estas miguitas. Tengo que cuidarte, con tu canto me ayudas a crear las mejores poesías" ¡Y se iba!

Así que ayer, cuando vino a hablarle de la Felicidad, decidió escapar como fuera aunque se matara en el intento. Se golpeó una y otra vez hasta quedar aturdida, ensangrentada, destruída y con ese aspecto deplorable, quedó inconsciente durante horas. La despertó la luz del sol, pero ahora que se puso en pie y se alisó las alitas y el pico le sabe a sangre, se da cuenta de que le han abierto la puerta. Y sobre el marco de la ventana vé a la Paloma que la ha liberado de su tortura: ¿Es lo que querías, no? le dice ufana, orgullosa de protagonizar completamente la película. Hasta en los títulos de crédito del final... Y le guiña un ojillo negro. Es lista, sabe que si me voy, recibirá todas las atenciones del amo de la casa, aunque sólo sepa emitir sonidos monótonos...

Duda un instante la Canaria: Le gusta el entusiasmo del hombre y quiere un montón a ese hijo de puta... ¿Lo perderé para siempre? Triste resuelve: No lo he tenido nunca....

- ¿Y él?, no puede reprimir la pregunta con un hilo de voz a la Paloma.
- No es la primera vez, ni la última: el año pasado retuvo a un ruiseñor, una hembra espléndida, durante tres meses, que le daba esperanzas con su canto y otras cosas. Y añade jocosa: Vuela, ve, yo me ocupo de él, siempre se queda con el ave gris perla, la enfermera que merodea cerca y le ofrece la seguridad de la plaza. Es feliz conmigo.
- ¿Qué le dirás de mí?
- Creerá cualquier cosa que yo le cuente sobre tí... ¿¿Quieres que le diga que esta mañana has cantado cinco veces para despedirte de él??

No le gusta a la Canaria esa voz monocorde, almibarada y falsa que utiliza la Paloma. Es la voz de "agradar-a-las-visitas" Sin embargo, en a plaza la ha oído chillar, chillar, chillar... Pero no quiere dejarse arrastrar de nuevo por esos pensamientos.
Por toda respuesta mira por la ventana abierta y, liberándose del dolor, bate con todas sus fuerzas las alas amarillas y rojas. Se va sin sonrisa, ni despedida.

3 comentarios:

unsologato dijo...

Hubo una vez un poetájaro... pero ya no recuerdo los detalles de esas alas...

que sí... esa sangre libertaria... me la llevo para mis pájaros...

gracias...

gran beso alado

RODOLFO GAINZA dijo...

La magia de los pájaros es su vuelo. Las jaulas cárceles.
El amor-cárcel no es amor.

Sólo te amo si con mi amor te hago más libre
Si no lo logro, sólo te deseo
Si sólo te poseo, sólo soy una ilusión.
El amor muere cuando la imposición nace.

Antona dijo...

Felicidades por tu blog,y gracias por tu visita
salu2