miércoles, diciembre 21, 2005

miedos



Cacerola esmaltada de Picasso, regalo que me hago

Es una historia oída mil veces, incluso se atrevería a decir que la oyó más de dos mil. Sí, tanto la conoce que la podría recitar de memoria como si él mismo la hubiera escrito. Es una historia triste, de esas que se clavan, que torturan, te esclavizan, te hacen volver a ella para escucharla de nuevo, con matices distintos, con entonaciones dramatizadas en exceso, con gestos de lástima en las manos o cejas alzadas en dudas en el rostro del que la exprime y seca.

No recuerda cuando fue la primera vez que la escuchó... Es curioso, en una película cualquiera el protagonista atormentado, con sombrero de medio lado y rostro taciturno, habría recordado bajo la luz mortecina de una farola del callejón, el momento exacto en que oyó por primera vez aquella historia. Pero no, esto no es una película y no funciona así. Esto es real y no sabe cuando ha comenzado a acostumbrarse a aquellas frases, ni tan sólo recuerda si se animó a perseguirla por la ciudad la primera vez que tropezó con ella o fue tras varias audiciones fragmentadas, inapreciables, tal vez parciales, que se enganchó a esas palabras, al principio por la cadencia, por el ritmo.. Pero el significado de esas palabras se entretiene en su memoria y se niega a desembarazarse de ella. Ya no sabe si ha determinado el transcurrir de sus días, no recuerda si antes de conocerla, todo tenía un sentido distinto. Lo cierto es que le gusta llevar sombrero, prefiere pasear por las calles mal iluminadas y su cara afligida que se debate entre las ganas de sorprenderse y la de exteriorizar sensaciones iluminadas, guarda cierto parecido con el principio de un tango: rara, como encendida. Pero no tiene nada que ver con una película de suspense, no es el protagonista de ninguna historia más que la de su propia vida y esa rara historia da vueltas una y mil veces y le cuestiona, le determina su suerte, ¿La historia lo ha condicionado o él ha adaptado con los años las palabras a su vida? No, está seguro que todo el mundo la conoce y la oye igual que él... Todo gira alrededor de esa historia o esa historia se ha fraguado en todos los aconteceres diarios. Cuenta los pasos de sus pies al vaivén de esa letanía y se atormenta, se obsesiona y la busca en los cines, en la radio, en las notas de una sinfonía, en las gotas de lluvia, en los coches en la carretara, en el girar de una rueda, en el chirriar de las bisagras, en la voz de una telefonista, en el pulso del latido de un corazón de una mujer desnuda... Pero si no la oye se desespera, teme que sin ella ya no valga nada su vida.

Una noche se despierta empapado en sudor y comprueba que tiene la mente en blanco, que no recuerda nada, que es incapaz de recuperar una historia que le atrofia las cuerdas vocales y le vacía las cuenca de los ojos, se levanta sin esas palabras que se han repitido tantas veces en su cabeza como un martilleo incesante. Se asoma a la ventana y sólo oye los grillos en la noche veraniega. Ni rastro de la historia. Nada. La ansiedad lo lleva a lanzarse por una ventana del quinto piso. Cae sobre un coche con la radio encendida mientras suena una estupidez sobre " escribir la canción más bonita del mundo..." pero el capó no amortigua suficientemente el golpe y se parte el cuello. Como una última exhalación de sonido apenas audible, por su boca se escapan por primera y última vez las letras libres de una historia que no cesará nunca mientras los poetas sigan creyendo que las ventanas les salvan de vivir.

3 comentarios:

Miss Mag dijo...

Feliz navidad, un abrazo sin miedo, dejé tu regalo en mi blog.

RODOLFO GAINZA dijo...

Las letras, las palabras, las historias, los poetas habitan los mundos que crean.
"El poeta es un pequeño dios, capaz de inventar nuevos mundos con la palabra"
(Vicente Huidobro)

unsologato dijo...

Los poetas siempre creyendo estupideces... qué che le va cher perdonémoslos juntos...

gran beso gran che!!!