miércoles, abril 12, 2006

la herencia (II)

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Second story sunlight de Edward Hopper

Salí a fumar un cigarro a la terraza. No fumo hace tiempo -aunque siempre me gustaron los habanos del viejo- como tampoco suelo beber aguardiente, fue una excusa para dejar a aquella pandilla de alimañas descuartizarse entre ellos sin mi presencia "perturbadora". Mercedes dice que no me entienden y que por eso les asusto: soy yo quien no comprende nada. Yo sólo me dedico a escribir, no me meto con ellos, los "superiores", la aparente perfección: jueces, legisladores, matasanos... Una vez muerto el viejo -el único que se merecía mi respeto en esa familia- todo habían sido discusiones constantes, contra la última voluntad del patriarca, por resolver quien había obtenido la mejor parte del pastel.

Ya afuera, descubrí en la terraza de la casa de al lado a aquella mujer coqueta, medio desnuda, inmóvil como un lagarto y dorada por la luz del atardecer. A su vera una viejecita pintaba un cuadro. Mis ojos no podían apartarse de esa hembra de mediana edad, entrada en carnes aún prietas. Le dí una calada al cigarro y un sorbo al vaso de kirsch y me bastaron unos segundos para imaginarme hundiendo la cara entre aquellas tetas orondas como melones que se intentaban esconder tras un diminuto triángulo de tela. La visión me satisfizo tanto que me animé a evocar un poco más mi fantasía y penetré en ese abismo, moví la cara, mi boca yendo de un pecho a otro, para devorar un pezón y otro. Comencé a excitarme y ponerme nervioso porque adentro los carroñeros bramaban, afuera el mar rugía y las mujeres permanecían ajenas a mi presencia silenciosa. Pegué otro trago. Mi cabeza caliente siguió bajando por el vientre de aquella mujer, una "gracia" de Rubens, y metí mi lengua entre los voluminosos muslos, saboreé el punto justo de sal y acidez de un molusco bivalvo que encontré con mis dedos entre sus mil pliegues...

De repente cansada por la postura, se incorporó un poco -sus carnes se agitaron como una ola violenta- y levantó sus gafas de sol hasta la frente al advertir que estaba yo, allí, parado a unos metros. Ajena a la lujuria que había despertado en mi, me saludó con una sonrisa de dientes irregulares, resuelta y simpática. La vieja miró también pero siguió con su cuadro.

Lento, sin apartar la mirada de su boca encantadora pegué el último trago de mi vaso y apagué el cigarro.

Mercedes se asomó entonces a la puerta de la terraza para decirme que los hermanos habían llegado a un acuerdo: " Carlos odia este lugar y prefiere el despacho que mi padre tenía en el centro. Sé lo mucho que te gusta la playa: ¿Qué te parece que nos quedemos con esta casa?"

8 comentarios:

mentecato dijo...

Finísimo. A la usanza de los maestros narradores estadounidenses. Hay imágenes bellísimas. Excelente relato. Una creación de atractiva urdimbre.

Pura vida.

Un abrazo.

unsologato dijo...

Señora reina, tengo una certeza que debo comunicarle: este ha sido un estupendo relato y muy bien elegido el Hooper. Un placer mi querida.

Beso su mano y su escote.

Arrivederci.

franhilz dijo...

FABULOSO!
wow! me fascinó - qué bueno!
aplausos de pie

empezando ya me gustó por lo de Hopper, que me gusta mucho

y el relato entero, con esa atmófera rancia de las familias arribistas

me trajo el grato recuerdo de esos maravillosos cuentos de John Cheever

más que excelente

m.hurtado dijo...

Quedarnos con la casa me parece estupendo. Siempre me gustó estar cerca... del mar.

Abrazos, has estado estupenda.

Abril_de_otoño dijo...

un relato al mas alto nivel.
felicidades,
crei sentirme parte de el.

saludos,
solo la locura me trajo aqui y me gusto tu ligar, espero regresar.

abril.

LOLITA LOP dijo...

muy interesante tu relato de hoy REINITA ... me gustaría ser esa vecina carnosa para estar en sus sueños lividinosos...

un beso

Anónimo dijo...

Qué susto me dan esas tardes que tienen fantasmas encerrados esperando nuestras decisiones...

Rey muerto dijo...

Muchísimas gracias a los que aquí expresaron su parecer sobre este cuentito.