viernes, enero 31, 2014

de madrugada


 
A mi espalda el hombre parlotea, agita manos y gesticula. Una voz invisible le responde y él trata de convencerla. Yo camino junto a una mujer de cuero que me explica novedades de otras latitudes, temperaturas, humedades relativas, rojo y seco. Nos interrumpe su móvil, se ausenta en un portal para hablar con el otro hemisferio.

El hombre ahora grita, ahora me asusta, ralentizo mi paso. Él acelera cabreado con una voz muda. Se exalta, me mira y me advierte: "Has estado a esto de morir" dice juntando su índice y su pulgar en el aire. El aire que remueve me provoca náuseas, ve mi cara incrédula y reafirma: ¿No me crees? ¡A esto!.

Lo veo sacar una pistola de su bolsillo y vaciar el cargador sobre mí. El fogueo le hace gracia, se va, ríe de su audacia de borracho a las cuatro de la madrugada.
Yo, inmóvil, retomo el aliento y regreso al mundo de los cañones del colorado y del desierto de Néguev, al cuero de mi acompañante que se extravió en una llamada.

jueves, enero 30, 2014

fin del viaje



Me he dado la vuelta varias veces y sigue ahí. Si me girara de nuevo, sé que lo vería en el mismo lugar quieto, sólo,  mirándome fijamente, entre la muchedumbre de este inmenso hall del aeropuerto internacional de. 

Prefiero no hacerlo. 

Prefiero...  Elijo seguir por el pasillo, en mi propio silencio abismal, dejándome llevar por los que empujan la fila de viajeros hacia las puertas de salida a la pista. Porque si me vuelvo y vuelvo a encontrar sus ojos, no seré capaz de subirme al avión y haré de esta ciudad mi hogar.